Luciana ya se encontraba en el último trimestre de embarazo y no le era posible viajar en avión, así que optó por el tren de alta velocidad para llegar a Reeton. Como estaría fuera una semana, llevaba bastante equipaje; por suerte, Delio había considerado su condición y le reservó un boleto en clase ejecutiva.
Una vez a bordo, mientras buscaba su asiento, se quedó mirando la maleta con cara de apuro. Necesitaba a alguien que la ayudara a acomodarla.
—Luciana… —una voz a sus espaldas le dio un ligero toque en el hombro.
Al voltear, vio a Fernando sonriéndole con amabilidad.
—Fer… —respondió ella, también sonriente.
—¿Esta maleta es tuya?
—Sí.
—Déjamela a mí.
Fernando enseguida se ofreció a levantarla y colocarla en el compartimento de equipaje.
—Gracias.
—No es nada.
Por casualidad, habían quedado en asientos contiguos, así que ambos se rieron de la coincidencia.
—Voy a Reeton a un congreso médico —explicó Luciana—. ¿Tú viajas por trabajo?
—Sí —Fernando asintió—. Sigo con mi tratamiento