—Escuché que la señorita Soler le comentó a Luciana que ustedes se vieron hoy y tenían plan de comer juntos…
—¿Qué…? —Alejandro se quedó helado. «¿Eso fue lo que Luciana entendió?»
Con razón la había sentido tan distante y cortante. Se esmeró en controlar la ira que le subía a la garganta:
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
Simón se sintió algo agraviado:
—No encontré el momento. Siempre estabas con Luciana o atendiendo a Mónica, y…
—Basta. Por lo menos ahora me lo cuentas —lo interrumpió Alejandro con un suspiro, reconociendo que la situación era complicada.
***
—¡Aaah! —un grito desgarrador surgió desde la habitación, seguido por el estrépito de objetos cayendo.
—¡Pedro! —exclamó Luciana, conteniendo las lágrimas—. ¡Soy tu hermana! ¡Mírame, por favor…! ¡Ah…!
Apenas escuchó aquello, Alejandro corrió adentro sin pensárselo, a tiempo de sostener a Luciana cuando estuvo a punto de caer.
—¡Luciana! —la miró con preocupación—. Mejor siéntate, ¿sí?
—Estoy bien —contestó ella, negando con la