Alejandro condujo a Luciana y a Martina hasta la boutique de alta costura, pero no podía quedarse. Tenía muchos pendientes, ya que la boda estaba próxima y debía dejar todo en orden.
La encargada guio a Martina para tomarle medidas de inmediato. Mientras tanto, Alejandro se dirigió a Luciana, metiendo una mano en el bolsillo de su pantalón:
—Respecto a Pedro… ¿prefieres acompañarlo tú, o crees que sea más fácil enviar a alguien para que lo traiga?
Luciana se quedó callada un instante. ¿Alejandro aún insistía en que Pedro acudiera a la boda? Al ver su expresión, él continuó:
—Ese día voy a encargarme de que haya alguien pendiente de él en todo momento. Pedro es muy tranquilo; dudo que surja algún problema. Al fin y al cabo, eres su única hermana. ¿Cómo no estaría presente el día de tu boda? Además, Martina estará como dama de honor, y también vendrá Vicente. Entre los dos, seguro lo cuidarán bien.
Llegados a ese punto, Luciana se sintió incapaz de rechazar la propuesta sin parecer obsti