A fin de cuentas, lavarle el pelo era todo un proceso.
—No es molestia —dijo Salvador, sin darle importancia—. ¿No estoy yo aquí? Tengo fuerza. En un rato la cargo al baño y, de una vez, le lavo el cabello y la baño.
Bajó la voz sin darse cuenta.
—Martina es bien pulcra; antes se bañaba diario y se lavaba el cabello día por medio.
Así había sido cuando estaba bien; ahora, enferma, le tocaba a él hacerlo por ella.
—Ay…
Con una sola frase, a Laura se le enrojecieron otra vez los ojos.
—Entonces me quedo a ayudarte, ¿sí?
—No hace falta —Salvador volvió a negarse—. Yo solo puedo. Aunque Martina haya subido un poquito de peso estos días, todavía la cargo sin problema.
Esa broma hizo sonreír a Laura y a Carlos.
—Sí —rió Laura—, las mejillas ya se le veían más llenitas.
—Las enfermeras la han cuidado bien —asintió Salvador—. Luego les compro algo para agradecerles; han estado al pie del cañón.
—Oye, ¿ya cenaste? —preguntó Laura.
En realidad, habían pensado traerle la cena, pero como él dijo q