A la mañana siguiente, apenas Salvador había terminado de asear a Martina, llegó Luciana acompañada por Alejandro.
—Llegaron —Salvador les sonrió con un gesto—. Justo a tiempo. Luci, quédate un rato con Martina; voy a desayunar.
—Sí, claro.
Luciana pasó a estar con Martina. Ale no entró; se quedó afuera con Salvador: él desayunó y Alejandro tomó café.
—¿Y Alba? —preguntó Salvador.
—Está dormida en la casa —dijo Alejandro—. Las niñas duermen un montón; cuando regrese, ya casi va a despertar. En la tarde la vamos a sacar a pasear.
—Ya pasó un año… ¿no piensan hacer la boda?
—Yo sí quisiera —Ale miró hacia adentro—, pero Luciana dice que con la boda de aquel entonces ya tuvimos suficiente. No quiere pasar por eso otra vez; es agotador.
—Tiene razón —Salvador sonrió—. Martina decía lo mismo: una boda cansa mucho, sobre todo a la novia; solo el maquillaje llevaba horas.
—Vamos a esperar un poco —asintió Ale—. Este año, por lo de Martina, Luciana no ha tenido cabeza para eso. Además, acaba d