—Mamá.
Por más grave que estuviera Martina, Salvador no había cambiado la forma de llamarla. Laura no lo corrigió; señaló su celular.
—Te mandé un video por WhatsApp. Míralo cuando tengas un momento.
—¿Un video? —Salvador frunció el ceño—. ¿Qué video?
Laura suspiró, con la voz quebrada.
—Lo grabó Martina. Nos pidió que, si algo salía mal, te lo enviáramos. —Pensó un segundo y añadió—: Míralo en casa, no en el camino.
Dicho eso, se dio la vuelta. En cuanto se volteó, ya no pudo contener el llanto. Carlos la sostuvo por los hombros y le dio palmaditas suaves.
—Vámonos, amor. A casa.
—Sí… vamos.
Cuando se alejaron, Salvador miró la notificación en la pantalla. “Video grabado por Martina.” Con esas cuatro palabras le tembló el corazón.
Con el teléfono apretado en la mano, salió del hospital y bajó al estacionamiento subterráneo. Laura le había pedido que esperara a llegar a casa. Seguramente temía que no soportara verlo ahí.
Pero, ¿cómo iba a esperar?
Llevaba días sin ver a su Martina desp