Sin embargo, Martina no despertó cuando todos lo esperaban.
Tres días después, en la UCI.
En el consultorio del médico.
—Señor Morán, por favor, cálmese.
—¿Calmarme? —Salvador tenía la mirada oscura, con venas encendidas en los ojos—. ¿Además de “cálmese”, qué otra cosa saben decir? ¿De verdad necesitan decirme eso? Si tienen tiempo para pedirme calma, mejor piensen cómo hacer que mi esposa despierte.
—Señor Morán… —el médico buscó con la mirada a Alejandro.
—Salvador… —empezó Ale.
—¡Tú no hables! —lo cortó Salvador, con una dureza que también se le notó en los ojos—. ¿No eras tú el que decía que el cirujano era confiable?
Alejandro se quedó en silencio.
Salvador se volvió al médico.
—¿No dijo que la cirugía había sido un éxito? ¿Y el resultado? ¿Éxito dónde, si ella no despierta? ¡Qué clase de broma cruel es esa, ah?
Ante su estallido, el médico se quedó sin palabras.
—¡Hable! —Salvador perdió la paciencia—. ¿Enmudeció? ¿Callándose se arregla algo?
—Salvador —Alejandro lo sujetó del b