Capítulo 1582
—De acuerdo.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Salvador llevó a Martina a dar una vuelta. No tomaron el auto: cada quien salió en bicicleta, ligero y a gusto.

Apenas cruzaron la puerta, Martina se dio cuenta de que la isla no era lo que había imaginado. Pensó que sería un destino turístico, de esos que en temporada están a reventar; pero incluso a plena luz del día no se veía una marea de gente.

—¿Y aquí…?

—¿Te parece raro? —sonrió Salvador—. Esta isla no está desarrollada. Solo viven los locales… y alguno que otro con casa privada, como yo.

Por eso el lugar se sentía casi “desierto”. Martina sintió un latigazo de alerta: en una isla así, salir por su cuenta sería casi imposible. No dijo nada. Señaló la costa.

—Vamos hacia la playa, ¿sí?

—Vamos.

Ella pedaleó al frente y él la siguió. En la orilla, el arenal estaba lleno de pescadores. A esa hora ya habían regresado del mar; el tramo se veía animado.

—¿La gente de aquí no sale a tierra firme? —preguntó Martina.

—Sí salen —Sal
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