El número no entró. ¿Fuera de servicio? ¿Por qué estaba fuera de servicio?
A Laura se le heló la sangre: entendió que a Martina podía haberle pasado algo. Corrió a buscar a un empleado del supermercado.
—¡Perdí a mi hija!
—Tranquila, por favor. ¿Cómo se llama su hija? ¿Qué edad tiene? Podemos anunciarla por los altavoces.
—Gracias… Se llama Martina Hernández. Tiene veinticuatro años, mide más o menos así, trae puesto…
El personal se quedó un segundo en silencio:
Veinticuatro años. Perdió a una hija de veinticuatro.
—¿Qué esperan? ¡Háganlo ya!
—Sí, en seguida.
Aunque era una “hija grande”, el súper transmitió el aviso:
—Martina, pequeñita Martina Hernández… tu mamá te espera en el módulo de atención a clientes. Por favor, acércate de inmediato.
Repitieron el anuncio una y otra vez.
Martina no apareció.
A Laura se le puso el rostro cada vez más pálido. Pasó algo. A mi niña sí le pasó algo.
Sin pensarlo más, llamó a Carlos.
Él llegó al poco rato, con el aliento entrecortado y sudando.
—¿Y