Aun así, el trabajo seguía apilado; además Domingo Guzmán le había dejado a Alejandro un montón de errores y pendientes que había que corregir.
—Sí, sí, yo soy la villana y ustedes son “hermanos entrañables” —Juana Díaz se rió con cansancio y le dijo a Sergio López—: Tu “segundo” jefe está enfermo y con fiebre. Me lo llevo al hospital. Aguanta tú aquí mientras tanto.
—¿Jefe, se siente mal? —Sergio entró con una pila de carpetas.
—No… —empezó Alejandro.
—¿“No” qué? —Juana lo cortó, impaciente—. Sergio, rápido: llama al chofer. ¡Al hospital!
—¡Voy!
***
Ese día, Luciana acompañó a Martina a su revisión y a recoger medicación. Al salir de la farmacia y cruzar el vestíbulo, se toparon de frente con dos conocidos; ellas los vieron primero.
Juana llevaba del brazo a Alejandro y murmuraba:
—¿Ves? ¿Y todavía decías que no era grave? Ni con pastillas alcanza. Te van a dejar en observación con suero.
—Cof —Alejandro carraspeó, el gesto oscuro—. Una intravenosa no es gran cosa.
—¿“No es gran cosa”