“¿Medicinas? Entonces… ¿Luciana estaba mal?”
El semblante de Alejandro, que ya estaba enfermo, se ensombreció aún más.
—¿Qué tiene? —preguntó—. ¿Qué le duele?
Juan se quedó mudo. No lo sabía.
Alejandro apretó la mandíbula. No pudo contenerse.
—¡Torpe!
La había visto con una bolsa de medicamentos y ni siquiera le había preguntado qué tenía, qué diagnóstico… Juan bajó la cabeza.
—Sí. Fue torpeza mía.
No había excusa para preocuparse tan poco por Luciana.
***
En la revisión de Martina, el tumor cerebral no había crecido. El médico le recetó tratamiento, le explicó los efectos secundarios y le pidió que volviera a control cada semana.
A los pocos días de empezar, aparecieron las reacciones: somnolencia intensa y falta de apetito. Verla comer tan poco le partía el alma a Luciana; habría querido tentarla con sabores ácidos o picantes para abrirle el apetito, pero justo eso estaba contraindicado en el tratamiento. No hubo más remedio que fraccionar la comida: siete u ocho pequeñas tomas al dí