Lo que dijo Luciana era cierto: había quedado de verse con Fernando. Justo entonces le sonó el celular. Lo levantó un poco.
—Vino por mí. Señor Morán, póngase cómodo; yo me retiro.
—Está bien. Que te vaya bien.
Mientras ellos se despedían, Martina se iba venciendo de sueño en el sofá.
Salvador se sentó a su lado; tanteó con los dedos la temperatura de sus manos. Al notar que ya no estaban frías, se las sujetó.
—A esta hora no te duermas; luego en la noche te cuesta.
—Mmm… —Martina bostezó—. No dormí, solo me da modorra.
A Salvador se le encendió la mirada, casi con brillo.
—Dicen que las embarazadas andan con sueño.
Mientras hablaba, volvió a posar la mano sobre su vientre.
—Gracias por todo esto. —Al final, la que lleva la carga es la mujer; el hombre solo disfruta el resultado. Con suerte, es cariñoso. Con mala suerte, ni eso.
La acomodó contra su pecho para que despejara un poco y llegara con hambre a la cena.
—Aún no cumplimos 12 semanas; no te han abierto la cartilla prenatal. Cua