—Oh, oh…
El tipo se quedó helado. Pensó que ligaría en una historia romántica y resultó que la chica tenía esposo. Guardó el celular a toda prisa y se fue, muerto de pena.
—Pff… ¡jajaja! —Martina no pudo contenerse y soltó la risa.
—¿Risa? —Salvador todavía traía fuego en el pecho. Ya venía molesto porque no la encontró en casa y, cuando por fin la ubica, la ve divertidísima con un desconocido—. ¿Todavía te parece chistoso?
Refunfuñó, pero de todos modos le pasó un brazo por la cintura.
—¿Que no necesitabas compañía? ¿Y mejor dejas que te acompañe un desconocido?
—¿Él? —Martina se colgó de su hombro, medio tambaleándose del juego—. Yo estaba jugando sola. Él vino a retarme.
—Ajá —Salvador frunció el ceño—. Y si yo no llego, ¿le dabas tu WhatsApp?
—¿Mmm? —ella alzó una ceja—. Tampoco era imposible… —y se echó a reír—. Ajajá…
—¡Martina!
Le pellizcó la cintura. No dolió, pero sí le sacó cosquillas.
Martina no paraba de reír y terminó atrapándole la mano.
—Ya que llegaste… ¿juegas conmigo?