Una noche completa.
A la mañana siguiente, cuando Salvador despertó, ya no tenía a Martina entre los brazos.
—¿Marti?
Se le fue el sueño de golpe. La encontró al poco rato en el vestidor.
La rodeó por detrás, pegándola a su pecho.
—¿Por qué te levantaste tan temprano? ¿No que ibas a dejar de trabajar?
—Salvador. —Martina se volvió y lo abrazó también, las manos apoyadas en su espalda. Entonces, de golpe—: Separémonos.
—¿…?
Él se quedó frío, alzó la cabeza de un tirón. ¿Seguía molesta por lo de ayer?
—Marti, ¿no quedamos en que íbamos a intentarlo de verdad?
—Sí. —Asintió—. Por eso te lo digo bien, con calma. No quiero pelear. Quiero terminarlo en paz.
—¿Eh?
¿Eso era “bien y con calma”?
Salvador pensó en lo de ayer.
—¿Es por Estella? Ya se divorció. Ese asunto se acabó. No volverá a pasar…
—Da igual. —Martina negó, serena—. De ahora en adelante, tus cosas ya no quiero volver a meterme.
Lo miró de frente, fija:
—Ayer, cuando te llamé, de verdad quería que atendieras. ¿Te acuerdas que te