Capítulo 1423
El loco cayó a un lado y de inmediato varios hombres se le fueron encima para reducirlo. No solo había llegado Juan Muriel: también irrumpieron los hombres de Enzo Hernández.

—¡Jefe! —Juan se agachó y levantó a Alejandro; al verlo así, aquel grandulón no pudo evitar que se le humedecieran los ojos—. ¡Maldito animal, Domingo Guzmán!

—¡Luci! —Enzo llegó un paso después y alzó a su hija en brazos. Al padre se le desbordaron las lágrimas. ¿Qué desgraciado había dejado a su niña en ese estado?

Clavó la mirada en el demente, con los ojos encendidos.

—¡Denle! ¡Háganlo pedazos!

—Sí, señor.

Los guardaespaldas cerraron un círculo; los alaridos de dolor estallaron de inmediato.

Enzo cargó a Luciana como si fuera de cristal.

—Perdóname… papá llegó tarde.

Luciana se apoyó en su pecho. Entre el agotamiento de esos días, la comisura rota y la mejilla hinchada, ya casi no podía hablar. Aun así, le aferró el antebrazo y lo miró, suplicante.

—¿Alejandro? —Enzo entendió—. Tranquila. Los llevo a casa. Se
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