Si le hubiera tocado pedirlo, Alejandro no habría podido. Por suerte, Luci decidió quedarse por propia voluntad.
Luciana bajó la mirada; el corazón se le ablandó por completo. Alzó la mano y la posó, suave, sobre el cabello recién rapado de él.
—No me des las gracias. De verdad, no.
—Mm… —Alejandro cerró los ojos y se aferró a ese instante de calma—.
***
Tras unas horas de descanso, salieron aún de noche. Alba dormía profundo; no hubo forma de despertarla. Alejandro la vistió en brazos, la llevó hasta el auto y la acomodó con una frazada, como si fuera de cristal. Luciana pensó: “La sangre tiene misterios”.
Camposanto La Paz Eterna, capilla ardiente. Tocarían guardia todo el día. Llegaba mucha gente. En la zona de familiares, Alejandro, Luciana y Alba ocuparon la primera fila. Aunque ella ya no era su esposa, Miguel la había presentado en público: “Es mi nieta”. Que hablaran lo que quisieran; a Luci no le importaba.
No esperaba ver también a Enzo Hernández. Y no venía solo: lo acompaña