—Luci…
Por un instante, Lucy sintió como si un cuchillo le atravesara el pecho. Apenas pudo mantenerse en pie. Esa escena la había perseguido en sueños: su hija mirándola como a una enemiga. Soñarlo dolía; vivirlo arrancaba la carne.
—Tch —Luciana soltó una risa seca, conteniendo a la fuerza las lágrimas—. ¿Por qué eres tan egoísta? Te pedí que no hablaras y aún así lo haces. ¿No escuchaste? No quiero oírlo.
—Yo… —Lucy perdió el suelo. Ya no pensaba con claridad—. Perdóname, no quise… —se aferró al brazo de Luciana, asustada—. Lo siento. Fue culpa mía. Pero, Luci… te extraño. Te extraño tanto…
—Suéltame.
Luciana intentó zafarse.
—No… no —insistió Lucy, negándose a soltarla.
—¿Que me extrañas? —Luciana rió entre llanto—. ¿En serio? ¿Tanto me extrañabas que me dejaste más de diez años sin una sola noticia?
—Luci… —Lucy ya no podía articular.
—¿Y Pedro? —la voz de Luciana tembló por la rabia—. Tenía un año. ¿Cómo pudiste dejarlo?
—Perdóname… —ante el juicio de su hija, a Lucy no le alcanz