Lucy estuvo a punto de delatarse, pero se frenó en seco.
—¿Se parece a qué? —Luciana alcanzó a oír el inicio y se extrañó de que no continuara.
—Eh… a nada —Lucy sintió el corazón en la garganta. Señaló la reja del colegio—. Mira, creo que ya sale Kevin.
Luciana alzó la vista: sí, era él. Lucy soltó el aire. Su hijo le acababa de salvar la coartada.
—¡Mamá!
—¡Mamá!
Alba y Kevin corrieron uno detrás del otro.
Luciana se agachó y alzó a Alba. La niña le pasó los bracitos por el cuello y le frotó la cara.
—Mamá.
Kevin, de la mano de Lucy, miró hacia ellas:
—¿Señorita?
—Hola, Kevin —sonrió Luciana.
—¿Qué pasa? —Lucy le despeinó el flequillo—. ¿Con envidia? Pero Kevin ya está grande; no necesita que mamá lo cargue, ¿verdad?
—¡Ajá! —Kevin afirmó con seriedad. Papá siempre le decía que mamá no estaba fuerte y que no debía pegarse tanto a ella. Lo entendía.
En realidad no envidiaba: le fascinaba la pequeña en brazos de la señorita.
—Señorita… —se quedó mirando a Alba, encandilado—. ¿Ese angeli