—¿Y Kevin? ¿No vino con usted?
—No —respondió Lucy—. Sale en un rato; voy a recogerlo.
Justo Luciana tenía que ir por Alba.
—¿En qué colegio está Kevin?
Al comparar, descubrieron que iban al mismo. Lógico: con los recursos de Enzo, aunque fuera solo por unos meses, al niño lo mandaría a lo mejor.
—Si es así, ¿vamos juntas? —propuso Lucy.
Luciana recordó lo que le había dicho Martina; dudó un segundo y sonrió:
—De acuerdo.
Lucy tenía chofer, pero no tomó su auto. Se subió con Luciana.
—Así conversamos en el camino —dijo.
—Claro.
Ya sentada a su lado, Lucy contuvo el temblor. En tantos años, era la vez más cercana que estaba de su hija. Cuando se fue, la niña tenía ocho; ahora era una mujer… y madre.
—Enzo me contó que eres doctora.
—Sí —asintió Luciana, sin dar pista—. Lo soy.
—Qué bien —murmuró Lucy. “Siempre fue lista”, pensó. “En primaria ya brillaba.”
Se le nublaron los ojos. Miró hacia la ventanilla.
—¿Se siente bien? —Luciana la pescó—. ¿Está llorando?
—No es nada —parpadeó Lucy—.