Muy temprano. Sergio le entregó la agenda a Alejandro y, al ver las ojeras marcadas, no pudo evitar decir:
—Jefe, ¿se toma un rato para descansar?
La noche anterior casi no había dormido.
—No hace falta —negó Alejandro.
No quería parar: si se detenía, se le venía Luciana a la cabeza y no podía con la gana de verla. Tenía que mantenerse ocupado. Aun así, por más que se llenara de cosas, pensaba en ella. Pero al menos se contenía de buscarla. Luciana eligió su vida; él debía salir de escena.
Revisó la agenda y golpeó con el dedo una línea.
—¿Por la tarde hay cita con Urbanismo?
—Sí.
—¿Sabemos con quién?
—Todavía no —Sergio negó—. Van a designarlo hoy. Parece encargo de última hora.
—Entendido.
Saber quién estaba enfrente ayudaba: uno podía adaptarse a sus manías y evitar roces. Pero al final, en negocios, mandaba el interés.
Por la tarde, salieron rumbo a la dependencia. Era un proyecto de Desarrollo Urbano, así que a ellos les tocaba presentarse. Llegaron diez minutos antes y esperaron