Capítulo 1156
—Snif…

El pecho de Martina se llenó de golpe con un calor húmedo y envolvente.

—Snif…Snif…

—¿Otra vez? —Salvador se quedó pasmado—. ¿Por qué vuelves a llorar?

Torpe, le secó las lágrimas con los pulgares.

—Todo esto lo hice para que estuvieras tranquila, ¡precisamente para que dejaras de llorar!

Al ver que no había forma de detener aquel llanto, soltó un suspiro resignado.

—¡Ay, mi reinita! Está bien, llora todo lo que quieras.

La atrajo con suavidad y la envolvió en sus brazos.

—Te asustaste, ¿verdad? Ya pasó, aquí estoy.

Le murmuraba al oído, como si consolara a una niña. Martina terminó hundiendo el rostro en su pecho.

Salvador se quedó rígido, sin atreverse a moverse: era la muestra de afecto más cercana que ella le había dado jamás. Aun aquel beso robado tiempo atrás palidecía ante la intimidad de ese instante.

Sonrió de medio lado y la dejó abrazarlo, deseando que el momento se alargara… y luego un poco más.

Nadie bajó la guardia en todo el día. De no ser por Salvador, la familia
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