—De verdad, perdón.
Luciana lo repitió. Tan seria que Alejandro sintió un cosquilleo de alarma y, para aligerar, negó con una sonrisa:
—Vamos, solo fue un retraso. Soy un tipo grande, ¿qué pasa si espero un rato?
Luciana calló. Su «perdón» no era solo por esta noche.
—Come —dijo al fin.
Como Fernando había ingerido alcohol y la pierna de Luciana seguía convaleciente, pidió un chofer para el regreso.
Apenas subieron, Alejandro se recostó sobre ella. Antes de que lo apartara, se le adelantó:
—Déjame apoyarme, me da vueltas la cabeza.
—¿Mareado? —se sorprendió ella—. ¿La bebida te pegó? Dijiste que solo fue un sorbo.
—Lo fue —murmuró con los ojos cerrados—. Supongo que, después de tanto sin beber, el cuerpo ya no aguanta.
Bien, lo dejaría recostarse.
—Luciana…
Cómodo en su hombro, él pronunció su nombre como un sueño.
—¿Sí?
—Luciana —susurró—, perdóname; la disculpa debería salir de mí…
Luciana se puso rígida; sus pestañas temblaron.
—Perdón. —Alejandro hundió la cabeza en su pecho; la vo