“Así que, al final, ser abandonado sabe a esto.”
Hoy, Alejandro lo probó por primera vez.
Luciana, en cambio, lo había sentido incontables veces. Si con una sola vez él ya se sentía hecho polvo, ¿cuántas había soportado ella?
Alejandro cerró los ojos: incontables, sin duda.
***
Casa Domínguez.
Cuando llegó el médico, escuchó la explicación de Luciana, examinó a Fernando y, con los resultados en mano, ajustó la dosis de la medicación.
Para entonces, casi eran las ocho.
Luciana consultó su teléfono: su mensaje seguía sin respuesta de Alejandro.
¿Habría estado esperándola todo este tiempo?
—Luciana —la llamó Victoria—. Has estado ocupadísima; debes de tener hambre. Ven a cenar.
—No, gracias.
Luciana negó con premura y soltó una mentirilla:
—Una compañera me avisó que surgió algo en el hospital; tengo que irme ya mismo.
—Ya veo.
Victoria no se atrevió a retenerla.
—El trabajo es importante, pero no puedes irte con el estómago vacío.
—No se preocupe —sonrió Luciana, tomando su bolso—. Pido