Capítulo 1038
Sus dedos, largos y pálidos, exhibían una belleza sencilla: ni rastro de manicura, pero las uñas estaban cortadas al ras, limpias y perfectamente redondeadas.

A Salvador se le movió la nuez. Tuvo que contener el impulso de tomarle la mano.

—Cuando estemos de vuelta, te invito a un banquete de verdad.

—Claro —respondió Martina con pereza juguetona—. No te preocupes, no seré tímida. Quiero ver con mis propios ojos cuán generoso puede ser el señor Salvador Morán.

—Prometo que no te dejaré con las ganas.

Se rieron un rato y, finalmente, arrancaron.

—No vayas tan rápido —le recordó ella—. Ya oscureció, la carretera está fea; maneja con cuidado.

—Como digas.

A él, de hecho, le encantaba la idea de ir despacio: así tendría más tiempo a solas con ella.

Llevaban un buen trecho cuando Salvador tuvo que frenar de golpe.

—¿Qué pasa? —preguntó Martina, medio adormilada, sobresaltada por el tirón.

—Voy a revisar —respondió frunciendo el ceño.

Al bajar, rezó para que no fuera nada grave, pero sus tem
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