Capítulo 1035
—¿Llevarte…? —Martina se interrumpió, cayó en cuenta—. ¡¿Dónde estás?!

—Me interrogas tú a mí… —rió él—. Mejor te cuento: sigo en la entrada del hospital. ¿Vienes por mí?

El muy descarado se había plantado ahí. Martina sintió un brinco en el pecho.

—No te muevas de la puerta, voy enseguida.

—Aquí te espero.

El albergue donde se hospedaba quedaba a menos de diez minutos a pie, pero Martina aceleró el paso; no quería hacerlo esperar. Al llegar, respiraba agitada.

Salvador, apoyado en su coche con las manos en los bolsillos, parecía un modelo de revista. Cada persona que pasaba se giraba a mirarlo —o a la máquina deportiva estacionada. Algunas avanzaban varios pasos y volvían a voltear con disimulo. Guapísimo, decían sus miradas.

Cuando divisó a Martina agitó un brazo.

—¡Marti!

De inmediato las miradas curiosas se deslizaron hacia ella. Alta, delgada, con la melena oscura ondeando mientras trotaba, rostro claro y facciones delicadas: perfecto contrapunto para el “chico del coche de lujo”.
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