—¿Qué necesitamos hacer? —Luciana se inclinó hacia él.
—Existe un medicamento de última generación en Estados Unidos, diseñado para casos como éste. Los ensayos indican un alto índice de recuperación.
Victoria sollozó de alegría.
—¡Entonces hay remedio, Luciana!
Luciana asintió, conteniendo sus propias lágrimas. Fernando, aguanta un poco más…
—Pero… —añadió el médico con cautela— hay un problema. El fármaco todavía no se comercializa fuera de los ensayos clínicos; conseguirlo es complicado.
Eso cayó como un jarro de agua fría.
—¿Ni con dinero? —preguntó Luciana.
—No es cuestión de precio, sino de acceso —explicó él—. Aun así moveré mis contactos. Doctora, tal vez usted pueda indagar en la farmacia del hospital. Y, señora Domínguez, quizá su esposo pueda recurrir a sus relaciones internacionales.
En otras palabras: habría que agotar todas las influencias posibles para poner las manos sobre ese frasco salvador.
Victoria soltó un suspiro largo.
—No queda de otra. Doctor, muchas gracias.
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