Capítulo 1024
Un segundo más y habría caído.

—¡Dios santo! —exclamó un oficial. ¿Cómo seguía en pie?

—¡Ambulancia, ya! —ordenó otro.

Luciana soltó la macana, corrió al fondo, alzó a Alba que lloraba a gritos. Las lágrimas le lavaban el rostro ensangrentado.

—Shhh… ya pasó, mi amor. Mamá está aquí.

Aún abrazada a su hija, los agentes se la llevaron.

***

—Y eso fue todo —relató Luciana con voz serena, casi plana. Al terminar, curvó apenas los labios—. El resto ya lo leíste en el expediente.

Suspiró.

—Al final, a esos tipos no les pasó nada. A mí me declararon culpable de alterar el orden público; el juez aceptó que actué en defensa propia y me dio arresto domiciliario en lugar de prisión. Igual tuve que pagarles el hospital.

Comparada con lo que pudo haber sido, la sentencia era “buena”. Estaba en tierra extraña, ellos eran locales; la balanza nunca iba a estar a su favor.

Alejandro, en cambio, tenía los ojos inyectados. Cada palabra de Luciana era un tajo nuevo.

—¿Y Alba? —preguntó con un hilo de voz
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