Capítulo 1023
Entraron unos hombres jóvenes. Olían a alcohol desde la puerta; recé para que solo compraran algo y se marcharan.

Pero no buscaban productos: buscaban problemas. Abrieron snacks, vaciaron refrescos por los pasillos.

—“Señores, ¿podrían pasar a caja primero?” —les pedí, intentando sonar amable.

Ellos intercambiaron miradas y soltaron carcajadas.

—“¿Rasgos mexicanos?”

—“Yo diría mestiza, dulzura.”

Cruzaron hasta la caja. La tensión me heló la sangre; Alba seguía durmiendo detrás.

—“¿Efectivo o tarjeta?”, pregunté. No pensaban pagar. Querían divertirse conmigo.

Uno apoyó la mano en mi hombro. Intenté apartarme; los otros se acercaron:

—“¿Todas las mexicanas son tan guapas?”

—“¿Estará por debajo de las setenta libras? ¿Lo aguantaría?”

—“Podemos averiguarlo.” —Y rieron.

Toqué el botón de alarma bajo la caja. Sonaron los pitidos; creí que huirían. No: la adrenalina del pánico los enloqueció.

—“¡Avisó a la poli!”

—“No llegarán tan rápido…”

—“Tranquila, tenemos tiempo.”

Me sujetaron contra el
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