—Aquí estoy.
—Tal vez sea indiscreto, pero lo diré igual: yo me fui divorciada; entre nosotros no quedaba vínculo legal. Todo lo que viví después fue asunto mío, ¿entiendes?
Él calló. ¿Cómo no va a tener que ver? Si no la hubiera decepcionado hasta el cansancio, jamás habría huido. La abrazó más fuerte y besó su pelo.
—Duerme.
El ritmo de su respiración se hizo parejo.
***
Fin de semana, casa Guzmán
Miguel ordenó un caldo de hueso que estuvo burbujeando desde el alba.
—Luciana, toma un poco más —le sirvió él mismo.
La sopa lechosa olía a tuétano; la carne se deshacía.
—Gracias, abuelo.
Miguel, con Alba sentada en sus piernas, desgarraba trocitos de carne y se los daba. Luego miró el yeso de Luciana.
—¿Seguro que no deberías guardar reposo?
—Ya casi sano; en dos días me quitan el yeso.
—Me alegra oírlo.
Entonces, con aparente ligereza, dejó caer la bomba que dejó a la pareja congelada:
—Y bien, ¿cuándo van a inscribir a Alba en el registro de la familia Guzmán?
Luciana abrió los ojos; i