Capítulo 890
—Gracias —respondió Luciana con una curva leve en los labios.

Al segundo siguiente, él la atrajo contra su pecho en un abrazo profundo.

Luciana se sintió incómoda y se removió.

—No te muevas —gruñó él, intentando contenerse—. Si sigues así, no prometo esperar hasta mañana.

Ella quedó inmóvil al instante.

Alejandro sonrió de lado, besó su cabello corto y murmuró:

—Duerme.

Pero ¿cómo podía Luciana conciliar el sueño, rígida como estatua? Aun así, el cansancio de aquel día la venció y, sin saber cuándo, se quedó dormida.

Cuando despertó, descubrió la cama vacía.

—¡Ah! —se incorporó de un salto.

Justo entonces, Alejandro salió del baño sonriendo:

—¿Despierta?

Se sentó a su lado y anunció:

—Hoy vamos a organizar tus cosas para que las subas a este cuarto.

—¿Qué? —parpadeó Luciana; el sopor que quedaba se esfumó de golpe.

—¿Voy a vivir aquí?

—Claro —asintió él, alzando una ceja—. Eres mi mujer; dormir juntos es lo más natural, ¿no?

Luciana quiso negarse:

—No es necesario. Cuando me necesites
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