Serenity Haven. Séptimo piso.
En Muonio, aquel local era famoso por ofrecer “todo incluido”: gastronomía, copas, música y entretenimiento. No era solo para hombres; el séptimo piso estaba pensado para “las jefas”.
Luciana abrió los ojos como platos y apretó el brazo de Martina.
—Marti, mejor vámonos. —Aunque una esté dolida, este no es el sitio para animarse.
Martina, borracha y con el corazón hecho trizas, apenas entendía razones; Luciana, en cambio, estaba perfectamente lúcida. Si no la frenaba, en unas horas se arrepentiría.
—¿Por qué? —Martina ladeó la cabeza, pestañeando; luego chasqueó los dedos—. ¿Te preocupa la lana? ¡Tranquila! —Se dio una palmada en el pecho—. Entre la beca doctoral, las ayudas de investigación y lo que me suelta mi familia, soy una pequeña millonaria.
Tiró de Luciana hacia el interior.
—¡Vamos!
—¡Marti! —Luciana casi suplicó—. Por favor, busquemos otro lugar.
—¡Ni lo sueñes! —respondió ella, soltando el brazo—. Si no quieres estar conmigo, vuelve a casa. ¡Yo