Al final, Luciana cedió, y confirmaron que Pedro sí iría a la boda. Cuando llegó la hora de probarle el traje, Alejandro se ofreció a acompañarla.
Ella no pudo contener su extrañeza:
—¿Tú… vendrás también?
—¿Por qué te sorprendes? —respondió él con una ligera sonrisa—. A fin de cuentas, aún no conozco oficialmente a mi cuñado. Sería bueno saludarlo antes de la boda, ¿no crees?
La lógica de Alejandro resultaba difícil de rebatir, así que Luciana aceptó. Llegaron justo a la hora en que Pedro salía de clases. Él se alegró mucho al ver a su hermana, aferrándose a su mano mientras charlaba sin parar. Alejandro lo observó con atención y pensó que, en efecto, parecía bastante espabilado. «Mi cuñado es todo un genio», se dijo.
—¿Hermana? —Pedro notó la presencia de Alejandro y lo miró con curiosidad.
Antes de que Luciana pudiera presentarlos, Alejandro se adelantó y extendió la mano:
—Hola. Soy Alejandro Guzmán, el esposo de tu hermana. O sea, tu cuñado. Nos casaremos muy pronto.
—¿Cuñado…? —r