Esa voz dulzona resonó otra vez desde el piso de arriba, llena de un afecto empalagoso que hizo que a Luciana se le erizara la piel. Lo mismo le pasó a Alejandro, cuyo semblante se contrajo de inmediato.
Ambos alzaron la vista hacia la escalera. Juana bajaba después de haberse bañado, el cabello aún húmedo y… vistiendo nada más que una camiseta masculina. Claramente, era la de Alejandro. Al ser más baja que él, la prenda apenas le cubría la parte alta de los muslos, dejando a la vista sus piernas delgadas.
Se acercó contoneándose, con una mirada risueña, y al ver a Luciana, sonrió.
—Alex, ¿es tu amiga? Sí escuché que hablabas con alguien. ¿Era ella? —Ni esperó respuesta. Extendió su mano hacia Luciana—. Hola, mucho gusto. Soy Juana.
—Eh… hola. —Luciana se puso de pie rápidamente para estrecharle la mano—. Luciana.
—¡Vaya, eres muy bonita! —exclamó Juana, mirándola de pies a cabeza—. Incluso más guapa que yo… Oye, Alex… —se volvió hacia él—. ¿Quién de las dos es más linda?
—¡Juana! —Ale