Después de desayunar y medio bañarme, Jacob me llevó a la enfermería. William me saludó mientras atendía a un tipo que tenía una enorme cortada en el vientre.
— ¿Qué le pasó? — Le pregunté a William, mientras Jacob se sentaba, mirándome fijamente.
Volteé a verlo y le puse mala cara.
— Una riña, nada grave, pero esto debe limpiarse antes de que se infecte — contestó William.
— ¿Puedes dejar de observarme? Me estás poniendo nerviosa — le dije.
Él me miró muy mal, y yo le saqué la lengua.
— Parece que hubieras perdido a tu esposa en un trágico accidente — le dije.
William empezó a reír.
— Estoy preocupado — me dijo.
— ¿Por qué? ¿Acaso ya estás extrañando al tirano secuestrador de tu jefe? — le pregunté.
William y el otro tipo rieron otra vez, pero Jacob no. Él me seguía mirando.
— Deberías estar feliz. Eres libre de ese degenerado por un par de días. Deberíamos celebrarlo — le dije con una sonrisa.
— Tú deberías estar preocupada por él. Así que deja de decir tantas estupidece