Carolina y yo salimos de la habitación, ella estaba hecha un desastre y yo… bueno, me veía como un auténtico demonio.
— Veo que se divirtieron — me dijo padre.
Yo le sonreí de lado.
— ¿Has hecho lo que te pedí? — le pregunté.
Él asintió con la cabeza. Carolina me quedó mirando sin comprender.
— ¿Pasa algo? — me preguntó.
Yo negué con la cabeza.
— Todo está bien. De hecho, todo está perfecto — le contesté.
Ella solo asintió.
— Ocúpate de Coppola, quiero que esté fresco para ese día — le dije.
Mi padre volvió a asentir con la cabeza. Yo agarré de la mano a Carolina y la arrastré conmigo hasta el coche que nos estaba esperando. Cuando entramos, ella volteó a verme y empezó a limpiar mi rostro con un pañuelo.
— Si Valentino te ve así, no nos dejará tranquilos hasta que no respondamos cada una de las preguntas — me dijo ella con una sonrisa.
Yo tomé sus manos, las llevé a mi boca y las besé.
— ¿De verdad me matarías? — le pregunté.
Ella me miró a los ojos, y sonrió.
— No nec