UNA SEMANA DESPUÉS.
Carolina me tenía como un prisionero en la habitación. Ni siquiera mi padre se había atrevido a tanto, pero ella insistía cada vez que yo quería salir. Me daba un sermón, y no contenta con eso, ponía al pequeño demonio a vigilarme.
— Tráeme algo de agua — le pedí a Valentino, que estaba tumbado en el suelo jugando con varios juguetes.
Él negó con la cabeza de inmediato.
— Entonces iré yo a buscarla — le dije.
El pequeño se levantó de mala gana y salió de la habitación. Yo me levanté de la cama y llamé a Jacob.
— Ten todo preparado para hoy — le pedí.
— Todo está preparado desde hace días — me contestó.
Colgué y salí de la habitación. Cuando iba bajando las escaleras, Valentino las subía con un vaso de agua en la mano.
— Le diré a mami que te levantaste — me amenazó.
Me encogí de hombros y seguí bajando las escaleras. Carolina apareció frente a mí, se veía cabreada.
— Ya he descansado suficiente, vámonos — le dije.
— ¿Irnos donde? — preguntó.
Terminé de