Cassandra no durmió esa noche.
Sebastián tampoco. Se quedaron despiertos en la oscuridad, escuchando la respiración de Alessandro a través del monitor, cada uno procesando la llamada de Victoria de formas diferentes.
Sebastián quería llamar a la policía. Cassandra sabía que sería inútil. Número desconocido, voz distorsionada, ninguna amenaza explícita que pudieran probar. Victoria era demasiado lista para eso.
—Necesito ver a la doctora de nuevo —dijo Cassandra cuando el sol comenzó a filtrarse por las cortinas—. Entender realmente qué tan mal está esto.
Sebastián asintió y alcanzó su teléfono.
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La Doctora Fuentes les consiguió espacio esa misma mañana. Su expresión era seria cuando los hizo pasar a su consultorio privado, no a una sala de examen.
Eso nunca era buena señal.
—He revisado su historial completo de la noche a la mañana —comenzó, abriendo una carpeta gruesa—. Preeclampsia severa a las catorce semanas. Presión arterial que llegó a ciento ochenta sobre ciento diez. Desprend