Sebastián observó el teléfono durante tres días completos antes de responder.
El mensaje de la Doctora Sarah Chen permanecía en su bandeja de entrada como bomba sin detonar, palabras que prometían explotar todo lo que creía saber sobre sí mismo.
"Es sobre su padre biológico. Hay cosas sobre su condición que no sabe. Cosas que cambiarán todo."
Cassandra lo encontró en el estudio a las dos de la madrugada del cuarto día, mirando pantalla en blanco, tablet sobre regazo con mensaje escrito y borrado docenas de veces.
—¿Vas a responderle? —preguntó, sentándose en brazo de su silla.
Sebastián se encogió de hombros, gesto que comunicaba incertidumbre más elocuentemente que mil palabras.
—Tienes derecho a saber —continuó Cassandra—. Pero también derecho a no saber. No hay respuesta correcta aquí.
Él escribió finalmente: ¿Y si la verdad es peor que no saber?
—Entonces la enfrentamos juntos. Como todo lo demás.
Sebastián miró a Alessandro dormido en moisés cerca del escritorio —lo llevaban a to