Dos palabras. Tres sílabas. Un universo entero de significado.

Cassandra sintió que algo en su pecho se expandía dolorosamente. Sebastián raramente intentaba hablar más allá de palabras sueltas, el esfuerzo físicamente agotador y emocionalmente vulnerable. Que lo hiciera ahora, que forzara su cerebro dañado a formar estas palabras específicas, valía más que mil declaraciones perfectamente articuladas.

Lo besó. No suavemente, no con la ternura romántica de las películas, sino con desesperación hambrienta de alguien que había pasado toda la noche convencida de que estaba perdiendo algo fundamental.

Sebastián respondió inmediatamente, sus manos bajando a la cintura de ella, levantándola sin esfuerzo. Cassandra enredó las piernas alrededor de su cadera mientras él caminaba hacia atrás, buscando la puerta de la habi