Los condujo a una pequeña sala de consulta que olía a café rancio y desesperación concentrada. Las sillas de plástico crujieron cuando se sentaron. El doctor Ramírez abrió una carpeta llena de papeles con gráficos y números que para Cassandra, con su formación médica, contaban una historia aterradora.
—El estado de la señora Montemayor no fue accidental —declaró sin rodeos—. Estamos ante una intoxicación aguda por sobredosis de un sedante poco común. Benzodiazepina de grado farmacéutico, específicamente midazolam en concentraciones que superan veinte veces la dosis terapéutica.
Cassandra sintió que el suelo se inclinaba peligrosamente bajo sus pies.
—Afortunadamente, respondió al tratamiento de emergencia y ha salido del estado de shock inicial —continuó el médico—. Sin embargo, sus funciones hepáticas y renales han sufrido daños significativos. Necesitará al menos setenta y dos horas de observación intensiva en la UCI, posiblemente más.
—¿Cómo pudo ocurrir esto? —preguntó Cassandra,