87: Entre las garras de un depredador.
Analia me miraba como si quisiera lanzarse sobre mí y arrancarme la piel a tiras. Y no era para menos: yo había arruinado su fiesta de bodas sin siquiera proponérmelo. O tal vez, en el fondo, sí lo había hecho. No me importaba. Lo único que realmente me interesaba era que ella no sería feliz con Valentino jamás. Porque, aunque él fuera un bastardo, estaba claro que su obsesión conmigo seguía intacta.
—Aléjate de Valentino —me escupió con veneno, cada palabra cargada de odio.
Solté una carcajada que retumbó en el recibidor.
—¿Aléjate? Jamás me he acercado —respondí con serenidad—. Y te recuerdo que estoy felizmente casada. No sé qué tienen contra mí, o contra la mujer a la que me parezco, pero quiero dejar claro que no me interesa tu esposo ni ningún hombre más.
La observé directamente a los ojos, sin titubear. Su rabia se intensificaba con cada palabra mía, y eso… eso me encantaba. Quería verla descolocada, herida, furiosa. Quería que probara un poco de todo lo que ellos me habían hec