86: Una visita inesperada.
Al día siguiente no tenía fuerzas para levantarme. No quería bajar, ni comer, ni ver a Mirko después de lo que había pasado. Solo quería desaparecer bajo las sábanas y fingir que nada existía.
Pero no podía quedarme allí para siempre. Así que, a regañadientes, me incorporé y caminé hasta la cuna. Mis hijos dormían profundamente, tan tranquilos… tan ajenos a todo el caos que me rodeaba.
Los observé durante un largo rato, buscando en sus pequeños rostros la fuerza que me faltaba. Necesitaba llenarme de su paz para poder enfrentar el día.
Respiré hondo, cerré los ojos unos segundos y luego me alejé de la cuna. Entré al baño, me desnudé y abrí la ducha. El agua caliente empezó a caer sobre mi piel, envolviéndome por completo. Un suspiro de alivio escapó de mis labios; por un instante, fue como si el agua se llevara todo el peso acumulado en mi pecho.
Deslicé mis dedos sobre mis labios… y, sin quererlo, la imagen del beso con Valentino volvió a mi mente con brutal claridad.
Dios mío… era u