80: No les pertenezco.

Apenas llegué a casa, fui directo a la habitación. Giuliana me ayudó a acostar a los niños en la cuna; yo no tenía mente para otra cosa que no fuera el encuentro con Valentino. Su mirada, sus palabras, todo lo que había pasado, me daba vueltas en la cabeza sin descanso. Sentía el estómago revuelto, como si una tormenta se hubiera instalado dentro de mí.

—¿Señora, está bien? —me preguntó Giuliana, notando mi tensión.

Le sonreí, tratando de parecer tranquila, aunque por dentro estaba hecha un nudo.

—Sí, ve a descansar. Y gracias por ayudarme —respondí con otra sonrisa forzada.

Ella no se veía del todo convencida, pero asintió con la cabeza y salió de la habitación en silencio, cerrando la puerta con suavidad.

Cuando quedé sola, me senté en el borde de la cama y me pasé las manos por la cara, como si con ese gesto pudiera borrar la confusión que llevaba encima.

¿Qué haría ahora? Sabía que este momento iba a llegar en cualquier instante, pero lo hizo más rápido de lo que esperaba. Y ahora
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