44: El silencio de la culpa.
[Ginevra]
Me acerqué a Valentino mientras estábamos en la cama y él me apartó; no fue agresivo como hacía un par de horas en la cocina, pero sí fue muy seco.
—¿Qué pasa? —le pregunté. Me senté en la cama y me mordí el labio inferior.
¿Sería posible que él supiera ya la verdad? Tragué en seco y me dije que no. Si lo supiera, ya me habría matado o, peor, estaría siendo torturada en este preciso momento, pensé con la garganta apretada.
—Estoy cansado, tengo muchas cosas en la cabeza —me dijo. Pero yo sabía que había algo más.
—¿De verdad es solo eso? —insistí. Sus ojos color fuego me atravesaron como una flecha ardiente.
—Sí, ahora duérmete, no quiero que te preocupes —contestó. Pero ese “sí” sonó insuficiente; algo en su silencio me dejó inquieta.
Me volví a acostar a su lado y lo abracé con fuerza.
—Si he hecho algo mal, por favor quiero saberlo —le pedí. Su cuerpo entero se puso rígido; por un instante pensé que se iba a separar, pero luego se relajó y su brazo envolvi