40: Perdida en el.
Esperé a Valentino en la cama. La madrugada se me hizo eterna, el silencio de la habitación se volvía pesado, casi insoportable, hasta que por fin lo vi entrar. Apenas cruzó la puerta, mi mirada se clavó en él. Ese corte en su frente me revolvió el estómago y me llenó de angustia.
Me levanté lentamente, con pasos inseguros, hasta quedar frente a él. Lo observé en silencio, buscando en sus ojos alguna respuesta que calmara mi preocupación. Valentino, sin decir nada, me acarició la mejilla. Su sonrisa era leve, pero vacía, como si la hubiera forzado, y eso me dolió más que la herida.
—Necesitas sutura —susurré.
Él asintió sin discutir. Lo tomé de la mano y lo llevé a la cama. Se sentó en el borde, obediente, y yo corrí al baño a buscar el botiquín. Mis dedos temblaban mientras sacaba lo necesario. Regresé a él, respiré hondo y comencé a limpiar con cuidado la herida.
—¿Cómo pasó esto? —pregunté, mi voz apenas un murmullo.
—Estaba en el lugar de la entrega. De la nada aparecieron de