41: Enemigo en casa.

Al día siguiente todo empeoró. La casa estaba rodeada de muchos más hombres que la noche anterior, y todos parecían dispuestos a matar. No podía sentirme tranquila con esa vigilancia constante. Era como vivir en una cárcel sin barrotes, y lo peor era que en cada momento tenía la sensación de que alguien me observaba. Esa presión me estaba destrozando los nervios.

El jardín, que en algún momento se había vuelto mi lugar de calma, ahora estaba repleto de hombres armados hasta los dientes. Ya no había flores ni brisa que pudieran darme paz, solo miradas duras y pasos pesados que me recordaban que yo no era libre.

Decidí volver a mi habitación. Tal vez dormir un rato o mirar la televisión me ayudaría a distraerme un poco. Pero en cuanto encendí la pantalla, lo primero que apareció fue la noticia de lo que había ocurrido la noche anterior.

Muertos. Demasiados muertos.

Tragué saliva, horrorizada. ¿Cómo habían conseguido los periodistas esa información tan rápido? ¿Cómo habían descubiert
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