101: Sin salida.
Un día entero metida en esa puta habitación, me estaba volviendo loca. Mi mente no paraba, pensaba y pensaba en como salir de ese lugar, pero cada respuesta que arrojaba era mas ridicula que la anterior.
El hombre de Leandro venía de vez en cuando con la misma mierda envuelta en papel: un sándwich, una botella de agua. Me la dejaba en el suelo, justo frente de mi, como si le diera miedo acercarse mas, me miraba un segundo y se iba. A veces parecía que me miraba con lástima. A veces con asco. Nunca con ayuda. Nunca con una palabra que me salvara.
Le pedí que me sacara de ahí. Le supliqué. Le juré cualquier cosa.
—Por favor —le dije—. Ayúdame a salir. Sacame de aquí, por favor.
Me ignoró. Me dejó con el bebé y con el silencio. Cerró la puerta y el ruido del cerrojo fue como un punetazo en el estomago. Sentí que algo dentro de mí se rompía en pedazos. Ya no había salida, todo se había ido a la mierda.
Queria llorar, pero las lagrimas se habían secado.
La rabia me carcomía por dentro, pe