Emma
Seguí caminando, ignorando a todo el mundo a mi alrededor, sumida en mi desesperación, hasta que sentí el toque suave de Theo en mi rostro.
Sus dedos rozaron mi piel con delicadeza, y luego tomó una de mis manos, llevándola a sus labios. Depositó pequeños besos en ella, calmando, aunque fuera un poco, la tormenta que rugía dentro de mí.
— Todo va a estar bien —me susurró.
No sabía cómo lo hacía, pero su voz profunda y tranquila siempre me lograba calmar. Por un momento, quise creerle.
— Eres una excelente madre —la voz de Theo sigue suave mientras siento mi mano temblar —. Sé que estás pensando que no lo eres, pero eso no es cierto. Eres una excelente madre —su mano se desliza hasta mi mentón, asegurándose de que lo escuche.
Estoy a punto de responderle cuando las puertas se abren. Ambos miramos en esa dirección. Oliver sale de la sala, hablando animadamente con el juez. Observo la escena en completo silencio. El juez tiene una mano sobre el hombro de mi hijo mientras ambos se rí