Emma
Todo queda en silencio. Pero no es de esos que tranquilizan, al contrario. No hay nada de tranquilidad en esto, más bien se sentía lúgubre.
— Idiota, idiota, idiota —me golpeo la frente mientras sigo caminando —. En realidad, podría esperar un poco. No puedo irme a vivir con alguien, que no es mi marido o que ni siquiera sé si va a serlo, ¿no?
Me miro al espejo esperando que mi otro yo responda.
— No sirves de ayuda.
Resoplo al ver que nada pasaba, no había ni una sola voz en ella, nada que me ayudara a continuar o tomar una decisión, por lo que seguí caminando.
— Vamos, Emma, solo tienes que ir y decirle que prefieres esperar para ver qué quiere cada uno y si desean formar una familia —levanto las manos —, es sencillo, una palabra y listo —tomé aire —, él lo entenderá y te dará tu espacio —vuelvo a hablarme al espejo —. Eres una mujer fuerte, segura y decidida.
Mis ojos se clavan en mi reflejo, estaba decidida, no me lanzaría a esa pileta sin saber.
— Nada de vivir juntos hasta