Especial Oliver
Solo dos palabras puedo pronunciar en este momento: NICOLÁS, IDIOTA.
Después de que mi mamá, casi como por arte de magia, me sacara del colegio, aunque sabía perfectamente que tenía reuniones y mil cosas pendientes, decidí hacerme el tonto.
Esperé pacientemente a que me dijeran qué estaba pasando. Bueno, no tan pacientemente; fingí que me iba a mi habitación por unos veinte minutos, pero luego volví sigilosamente para escuchar qué decían.
Por la cara de mi mamá y sus ojos hinchados, estaba claro que no era nada bueno.
— No sé cómo decirle, Theo —suspiró derrotada.
— Solo tienes que decirle, es peor si no sabe —arrugué mi nariz —, Emma, él se lo quiere llevar, te demandó, si alguien viene, si lo buscan, tiene que saber qué pasa.
— No digas eso, me muero si se lo llevan.
Así fue como me enteré: mi papá había demandado a mi mamá por mi custodia. Aunque no entendía muy bien qué significaba eso, lo averiguaría pronto.
Esa misma noche, revisé los papeles de mamá y leí la dem